miércoles, 20 de julio de 2011

Ojos felinos

Isabel había aprendido a manejar su primera bicicleta el verano anterior, le gustaba sentir la brisa del mar rozando su rostro y se sentía libre de ir a todos lados con su nuevo vehículo.
Lo había deseado desde hace mucho tiempo, pero sus padres creían que aun no debía iniciarse en aquel mundo ciclista, y por fin en  la mañana de su octavo aniversario descubriría en el patio de su casa su tan deseado regalo. Ese dia,  bajó a toda prisa las escaleras de casa, al ver brillar el reluciente metal de las ruedas, en seguida supo que su sueño se hacia realidad. Luego de destrozar el envoltorio del regalo se dispuso a subir en ella, pero aun no estaba regulada a su altura, el padre acudió en su ayuda y luego de hacer todos los ajustes necesarios, ruedas auxiliares incluidas, para que la pequeña Isabel pueda al fin dar su primer paseo, salieron de la casa, ella se monto rápidamente y no tardó mucho tiempo antes de la primera caída. Muchos golpes después estaba lista para ir sola liberarse de las, en ese momento, "ruedas chillonas". 
Isabel sentía sus rubias trenzas batirse com el movimiento, a veces incluso jugaba a perseguir y tratar de alcanzar las palomas que volaban por los aires, pero sin conseguirlo. No había momento mas feliz del día para ella que el momento de plena libertad que sentía al montarse en su bicicleta.
Una tarde, como cualquier otra, estaba dando vueltas cerca de casa, hasta donde sus padres le tenían permitido ir, se fijó en una paloma que volaba de manera que parecía estar enferma y sin darse cuenta en su afán de seguirla entro en una calle cuesta abajo y la velocidad fue en aumento. De pronto sintió como las llantas pasaban
encima de algo que sobresalía en el asfalto e inamediatamente escuchó un maullido ensordecedor, este sonido le acompañaría durante muchas noches de insomnio, intentó frenar apoyando los pies en el suelo y apretando con todas sus fuerzas los frenos en ambas manos. Quedó detenida unos metros mas abajo, allí mismo soltó la bicicleta y la dejó caer en el suelo, a toda prisa subió la cuesta y pudo ver un bulto en el suelo que se meneaba, al acercarse lo comprobó,  vió unos ojos felinos mezclado en un pelaje gris y blanco,  con una mirada de tristeza y dolor, cogió al gato entre sus brazos acariciándolo constantemente para intentar aliviar su pena, sin conseguirlo. A los pocos minuto pasó una pareja, por aquella calle tan poco transitada, al ver la trágica escena se acercaron, uno cogió al animal herido y lo apartó del lugar, y la otra levanto a la niña y la llevó andando a casa, Isabel caminó por inercia hacia casa, en un llanto silencioso.
Su madre en todo momento la  consolaba diciendo que era todo producto de un accidente y que el herido estaba bien, aun sin tener certeza de ello, Isabel solo pensaba en que talvez nunca debió de haber montado en aquella bicicleta, que ella no servia para eso, a la vez que le venia a la mente aquella mirada de ojos felinos tan desgarradora. 
Pasarían mucho tiempo antes de que Isabel volviera a montarla y aun cuando lo consiguió aun recuerda los ihos felinos de  aquel día.

2 comentarios:

  1. ¡Qué fuerte que os plagieis! jajajaja No, en serio, qué curioso que hayais elegido un tema similar para el día de hoy. La verdad es que las bicicletas son todo un símbolo de la infancia y siempre llevan asociados muchos recuerdos, bonitos, tristes, nostálgicos... Seguro que Isabel pudo volver a montar después sin ponerse tan triste por su trágico accidente. Besitos!

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  2. Sólo tú y yo podemos pensar en niñas pequeñas y patanes a la vez y estar hablando de lo mismo... te quiero mil a través de los años.

    Siento que lo importante cuando subes a las bicicletas es que estas segura de que haces algo bueno, y que es un momento que se necesita, que puede traer felicidad. Para todos y todas las bicicletas.
    La única forma de vivir es sabiendo que no todos los paseos son bonitos, pero estás segura de intentarlo, el ser feliz lo vale.

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